10 jul 2015

*Miedo*


Si te digo que tengo miedo, que me siento indefensa y vulnerable, que me aterra la noche y que no puedo dormir.

Si te cuento que me siento sola y perdida, que me acechan fantasmas olvidados y oscuros.

Que el miedo es muy libre y no tiene dueño, que viaja a su antojo y se cuela por los rincones, que el miedo tiene millones de colores a cual más feo, triste y oscuro.
El miedo te acecha, silencioso, esperando ese momento apropiado, en que tus defensas se arrastran por el subsuelo.  

Te atrapa, peleas y libras con el mil batallas  encarnecidas, muchas de las cuales, tienes perdidas de antemano, te derriba, te levantas y te vuelve a derribar.

Te defiendes y devuelves los golpes, golpes que son como gomas que se estiran y vienen de vuelta, te pones de nuevo en pie. Vas sacando fuerzas para la lucha, pero te estrellas contra ese muro de piedra dura,  fría y afilada.

Pasan los segundos o milésimas de segundos, porque el tiempo tiene otra medida muy pequeña cuando peleas con el miedo, transcurre todo como a cámara lenta, todo se ralentiza.

Cuanto más quieres correr, menos avanzas, arrastras unas cadenas muy, muy pesadas. 
Cuanto más quieres gritar, menos se oyen tus gritos. La voz se pierde en algún rincón de la garganta, queda oculta, muda en los pliegues de la piel.

Hoy me cubro con un vestido tejido de incertidumbre, zozobra, con adornos de inseguridad, melancolía y unos destellos de tristeza.

Miedo al dolor, miedo a lo desconocido, miedo a no soportar, miedo a la soledad, miedo a la enfermedad, miedo, puro y duro miedo…